Desde dentro
Al finalizar la Junta General del año 2013, un periodista me preguntó :“¿Cuál es el papel de la Junta Directiva en una Hermandad?” Y como si toda la vida hubiera estado esperando esa pregunta, me salió una contestación que jamás había pensado, le dije: “pongámonos en situación, imagine una obra de teatro, los actores, escenario, telones, etc.., los actores son los Nazarenos, y su papel es rendir culto, en ese momento están absortos en su misterio, en nuestro Beso, sin que nada los distraiga, el público es sin más el público, al que se le está mostrando la representación, en nuestro caso un fragmento de la pasión de Cristo, y detrás de los telones, donde nadie ve, ahí está la Junta Directiva, corriendo, maquillando, preparando escenarios, dando ánimos a los actores, etc…. adsorbiendo y solucionando todos los pormenores que van surgiendo para que la puesta en escena sea perfecta, para que Nazarenos y público disfruten de nuestra Pasión, eso para mí es una Junta Directiva.
Es cierto que aquel día esa contestación me salió sin más, sin pensar, pero le he dado muchas vueltas a lo largo de estos años y creo que hay pocas similitudes que se puedan acercar más a la realidad.
Escribo este artículo a petición de nuestra Secretaria, Irene García, a la que le deseo que
disfrute tanto en el cargo como yo lo he hecho, pocas cosas en la vida le van a reportar tanto como el Prendimiento, aunque también algún dolor de cabeza, que no lo dude.
No puedo seguir escribiendo sin antes agradecer a la Hermandad la confianza depositada en nosotros , a los Hermanos Mayores que han presidido todas las Juntas y como no, a todos los miembros de las Directivas a las que he pertenecido, a ellos se lo debemos todo, trabajo altruista incansable, muchas horas, muchas Juntas, muchos quebraderos de cabeza y siempre en un ambiente inmejorable, tanto es que nunca hemos tenido que votar, ¿hemos tenido complicaciones?, sí, pocas, pero sí, y ahí es donde se ve la valía de las personas, cuando de verdad puedes valorar al que está a tu lado, y ninguno habéis fallado nunca. Sin ninguna duda puedo afirmar que tanto trabajo habría sido imposible sin ese calor familiar que se ha sentido, hemos pasado mucho tiempo juntos, y hemos hecho cómplice a nuestro círculo más cercano, a nuestra familia y amigos, de otra manera hubiera sido imposible, por lo que quiero daros las gracias a todos los que con vuestro trabajo lo habéis hecho posible, y con vuestra forma de ser, ameno, divertido y agradable, gracias, gracias, gracias y mil veces gracias.
Hay pocas cosas en la vida que a un Nazareno le puedan reportar tanto como trabajar para su Hermandad, es algo difícil de explicar, parecido a lo de pagar por llevar una imagen, quizá muy parecido.
A su vez es una gran responsabilidad, todo lo que se ejecuta, lo que se lleva a cabo, tanto lo que se hace nuevo como lo que se modifica, cambia sin ningún lugar a dudas el rumbo de la Hermandad, y eso es muy delicado, por ese motivo desde el primer día todos tuvimos claro cuál era nuestro papel, y que era lo que queríamos hacer, adaptar la Hermandad a las exigencias de la comunidad Nazarena, asegurar el relevo generacional y construir sobre los cimientos que otros habían dejado, sin mirar atrás y proyectando hacia las nuevas reglas que marca la sociedad.
No quiero dedicar este artículo a los trabajos realizados, sería extenso y aburrido, exposiciones, convivencias, reforma de estatutos, adquisición de enseres, restauraciones, sede, actividades para jóvenes, etc. etc. etc.….me gustaría poder plasmar los sentimientos que uno se encuentra y las emociones vividas durante mi experiencia en la directiva de la Hermandad.
El pertenecer a una directiva no son todo alegrías, en mi caso no ha habido penas, pero sí desgaste. Para explicarlo debo remontarme a un párrafo anterior, cuando hablo de estar detrás del telón, ahí ves y tienes que aprender a manejar la maquinaría que mueve la Hermandad, pasas a ser un engranaje, pues todos los miembros de la directiva, son piezas fundamentales para que la Hermandad mueva, para que avance, y conocer la Hermandad por dentro es algo que te hechiza, te envuelve, y podría decir, que el ir conociéndola poco a poco te llega a hipnotizar, estás conociendo tu
Hermandad, tu Pasión, y cada día con nuevos proyectos e ideas te entregas más, le dedicas tiempo, mucho tiempo, y a los pocos años, empiezas a estar a gusto de verdad.
Desaparecen los nervios, has aprendido a gestionarla , han salido a la luz proyectos muy ambiciosos que además han gustado, pero un día, te das cuenta que falta algo, no sabes bien el qué, pero la magia no es la misma, ¿Ha desaparecido el hechizo? . LLevas mucho tiempo detrás del telón , lo conoces todo, y eso, tiene un precio.
También en el camino he encontrado el calor de la Hermandad, en las muchas tertulias que tuve con los más mayores, pidiéndoles ayuda para abordar temas complejos, de ellos, de sus experiencias y sus vivencias sin ningún lugar a dudas es de los que más aprendí. Recuerdo con mucho cariño a Aurelio Cabañas, en él encontré muchas tardes los consejos que mi padre ya no podía darme, cuánto quería Aurelio a la Hermandad y cuánto me ayudó. O cuando los penitentes me contaban el por qué de su penitencia, relatos desgarradores de los que me hacían cómplice sin apenas conocerlos, simplemente porque era el Secretario de la Hermandad, sin duda testimonios que han marcado mi vida y mi visión de la misma como Nazareno.
Hay de algo de lo que si me siento orgulloso, no por nuestro trabajo, si no por pertenecer a una Hermandad que ha recuperado su carácter más solidario, exposiciones benéficas, campañas de alimentos, colaboración con caritas parroquial, la campaña que se hizo en plena pandemia para dotar al hospital y residencias de material sanitario, etc… volver a tener estos valores presentes es algo que dice mucho de nuestra Hermandad, y de los que la formamos.
Luego hay situaciones, vivencias, pellizcos que uno se lleva en el corazón, que quizá para otras personas no significan nada, pero que a los Nazarenos nos desgarran.
Recuerdo un año que una Hermana Mayor me preguntó dónde se debía de colocar, a lo que le contesté que ella era la Jefa, se podía mover libremente entre las filas y colocarse donde mejor pudiera verlo, a la salida de una calle, delante en el guión para verlo venir al compas de las marchas, en el lado donde su amigo cargaba de Bancero, o en el contrario, escuchando las horquillas, donde ella quisiera, era la jefa, mi sorpresa fue cuando la vi toda la procesión detrás de la imagen, como un penitente, y ya en la bajada, cuando la procesión se posa porqué las fuerzas nos abandonan, y la Penitencia comienza a serlo en la plenitud de su palabra, a la altura de Palafox, le pregunté por qué se situaba allí, me contesto que era allí donde Él le pedía que fuera. Otro año los banceros me subieron a las andas para secar la imagen, pues se había mojado por la lluvia, una vez arriba me volví, y mirando a los Nazarenos pedí que me dieran un trapo, una Nazarena sin dudarlo me lanzó su blanco e impoluto capuz, habrá quien solo vea en esto un gesto, ya os digo yo, que hay mucho más. También tengo una experiencia personal, un año que por circunstancias salí de casa con la túnica en una bolsa, que triste, para mí, vestirme de Nazareno siempre ha tenido un sentido muy especial, es un ritual íntimo, que compartes con tus personas más queridas, te ayudan a vestirte, a colocarte el fajín, aparecen las emociones y los nervios, un último vistazo para ver que la túnica no se queda corta, y a la parroquia, pero ese año salí con mi habito en una bolsa. Al llegar a San Esteban y saludar a los Hermanos, me dispuse a repasar que todo estuviera en orden, y al subir a la parroquia atraves de la sacristía para abrir los arcones, encontré un escenario difícil de describir. La parroquia estaba cerrada, no había nadie, solo el silencio y ese olor a cera que es más característico si cabe cada Miércoles Santo, la única luz, entraba como ráfagas de colores a través las vidrieras , y en el centro del Templo, Solo, como si los bancos y demás mobiliario no fueran dignos de estar a su lado, estaba Él, me estaba esperando, engalanado para su día grande, para mostrarse ante la ciudad, Soberbio, Majestuoso, y Grande, muy Grande, quizá lo vi tan grande porque me encogí ante Él, y tras encomendarme, y hablarle de esas cosas que cada uno llevamos dentro, esas que solo salen cuando Él te pide que se las cuentes, comencé a vestirme de Nazareno, con los ojos encharcados en lágrimas , sin prisa, despacio, sintiendo el momento, y escuchando con mucho cuidado lo que me decía, y cosas de la vida, esa tarde que mi habito salió en una bolsa, volví a sentir el calor de mi Padre, cuando me ayudaba a ponerme la túnica de El Prendimiento.
Por lo que habéis podido leer hay de todo, son muchas veces choques de sentimientos, como cuando en nuestra estación de penitencia las fuerzas flaquean, y nuestra parte física, la débil, entra en batalla con la sentimental, con la de los recuerdos y las añoranzas, la que aparece y te desgarra cuando menos te lo esperas, la que duele de verdad, pero que a su vez, es la que nos da fuerzas para llegar a la parroquia arropando a nuestra querida imagen.
Quizá todavía no me ha dado tiempo de hacer balance de estos diez años, pues hace relativamente poco que he dejado mi cargo como Secretario, pero la sensación que me invade cuando vuelvo la vista atrás, y valoro el trabajo de las dos directivas a las que he pertenecido, es buena, muy buena, porque se ha trabajado desde el amor a la Hermandad y la devoción a nuestro Misterio, y cuando estas cosas se hacen con honestidad, es difícil que las cosas salgan mal, y no me transmite orgullo, pero me siento bien, me siento en paz, y me gusta.
Sería injusto no mencionar en mi relato a la que ha tenido que sufrir mi cargo en la Hermandad gratuitamente, en la que siempre he encontrado refugio, aunque ella no supiera que me estaba escondiendo, la mujer que Dios puso en mi camino hace ya 25 años, María José, y a mis hijos Nacho y Pablo, a los que he robado lo más valioso de la vida, el tiempo, y eso ni se devuelve ni se recupera, siempre estaré en deuda con vosotros, os deseo con todo mi amor heredéis la pasión que corre por mis venas, de lo contrario, nada de todo esto hubiera tenido sentido.
José Ignacio Monleón Rubio